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23 de Octubre 2004

Ana y Marta (relato)

Ana y Marta

El simple hecho de subir los escalones del portón a la casa era ya un sobreesfuerzo para Marta. Había sido un día agotador, y encima, el ascensor había decidido ponerse en huelga. Sólo deseaba llegar a casa y meterse en la bañera. Ana tenía esa noche guardia, y como ella se había entretenido algo más de lo habitual en el trabajo no pensaba que se verían. Llevaban así el último mes, el trabajo de cada una iba a terminar con la relación.

Al introducir las llaves en la puerta averiguó que no estaba cerrada, por lo cual, pensó que Ana aún no había salido hacia el trabajo. Había música puesta. Era el último cd de chill-out que se habían bajado hacía un par de días de internet. Olía de maravilla. Era una mezcla entre su plato favorito y unas varitas de incienso que veía desde la entrada, en la penumbra del salón.

Pasó al pasillo, con la intriga de por qué Ana no iba a trabajar. El pasillo estaba inundado de diminutos puntos de luz. Velas que formaban un camino que se perdía en la oscuridad del dormitorio. Siguió el rastro de estrellas y cuando entró en la habitación vio que continuaba hasta el baño, donde se escuchaba que alguien se duchaba. A Marta se le dibujó una sonrisa en el rostro. Se desnudó allí mismo, dejando la ropa en el suelo, y entró al baño. Allí el vaho la cubrió. Corrió despacio la cortina, y se metió en la ducha, donde Ana la esperaba desde hacía un rato. Marta pegó su cuerpo a la espalda de Ana, notando cómo las gotas de agua de la ducha le salpicaban la piel. Le pasó a Ana los brazos por la cintura, y comenzó a besarle el cuello. Llegó hasta el lóbulo de la oreja y le susurró despacio: “hola cariño, ¿te he dicho alguna vez que te quiero?”. Ana, complacida por la respuesta a su sorpresa rió y se giró para besarla en la boca con pasión.

Marta cogió la esponja y comenzó a enjabonar a Ana lentamente, disfrutando de cada curva, de cada relieve, de cada poro de la piel de Ana. Luego cogió la ducha y empezó a enjuagarla. Ana, que veía el rostro cansado pero feliz de su mujer, le quitó la ducha y le susurró que le dejara hacer a ella. Así, Ana comenzó a lavar a Marta. Ella también la enjabonó, la aclaró, dejó la ducha sujeta sobre sus cabezas, mientras con sus manos acariciaba las nalgas de Marta, besándola en los ojos, en las mejillas, en las orejas, en los labios, en el cuello, y bajó hasta llegar al nacimiento de sus senos, de ahí a los rojizos y grandes pezones de Marta. Los atrapó con la boca, y jugueteó con ellos entre sus labios, rozándolos con la lengua ávida y suave.

Marta cogió de la mano a Ana. Sus lenguas se entrelazaron de nuevo. Sus cuerpos, frente a frente. Cerraron el grifo de la ducha y salieron de la bañera. Se secaron la una a la otra, y se dirigieron a la cama. Ana echó a Marta sobre las sábanas, y se tumbó a su lado, besándola de nuevo. Sus manos viajaban presurosas pero firmes sobre el cuerpo de su amada, por los rincones que sabía que más le gustaba. Su boca resbaló por su cuello, por sus sensuales pechos, por sus caderas, por sus ingles... hasta llegar a su monte de venus. Marta no se hizo de rogar, y se abrió ante ella como una flor en primavera. Ana, dichosa, introdujo su lengua, tímidamente, en el sexo que se le ofrecía. Acarició con ella cada recodo. La introdujo en su vagina, y cuando vio que Marta estaba muy excitada, atrapó con sus labios su clítoris, hinchado e impaciente, que demandaba ya su lengua. Marta comenzó a vibrar cada vez más. De repente, un espasmo, otro, otro y una oleada de calor invadió el ser de Marta. Ana notaba cómo se iba apagando ese terremoto de cuerpos, hasta que ya no hubo más que silencio roto por la música lejana. Marta le pidió a Ana que se tumbara sobre ella, y besó su boca, saboreando en ella el sabor de su propio sexo.

- Te quiero.
- Y yo a ti, mi vida. ¿Te ha gustado que cambie el turno de la guardia?
- Me ha encantado. Si lo llego a saber hubiera intentado salir antes del trabajo.
- Lo he hecho por eso, hace días que no coincidimos.
- Gracias.

Marta comenzó a acariciar a Ana. A besarla, sintiendo el calor que de ella emanaba. Pero Ana cortó tales caricias sutilmente y le dijo, muy sonriente, que no continuara por ahí, que cenaran y luego, el postre, lo tomarían en la cama...

ITACA (22/04/04)

Viajé a itaca a las 23 de Octubre 2004 a las 09:36 PM
Sugerencias y Otros

ups un relato escrito en la fase de "tener flol";) jajaja o al menos la provoca..

Muy bueno

Besos.

Viajó a Ítaca: lambda at 25 de Octubre 2004 a las 01:34 AM

Ufff menuda historia, combina pasión y dulzura.
En la mayoría de historias que he leido siempre se habla de sexo y no de amor. Esta historia rompe los moldes. A una escena cotidiana, se le puede dar un toque especial...

Un saludo

Viajó a Ítaca: acuarelacool at 26 de Noviembre 2004 a las 05:59 PM
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¿Qué tal la memoria?






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