1 de febrero
Aquella hermosa mañana los rayos de sol incidían directamente sobre la cama donde yacían sus cuerpos femeninos. No llevaban una buena racha desde hacía unos meses. Al darse la vuelta descubrió que ella la estaba mirando con lejanía en sus ojos, que siempre hablaban por ellos mismos. Esa mañana hicieron el amor con una pasión que pensaba perdida. Curioso, aún recuerda cada acaricia, cada beso, cada gemido, cada gesto... Le dedicó lo mejor de ella, como hacía siempre. Acarició, con aceite, cada poro de su piel. La abrazó, la mimó, le susurró al oído palabras que nunca ha vuelto a pronunciar y que nunca le había dicho a nadie más que no fuera ella. Aún recuerda el mutismo de su pareja, incomprendido, pero sentía la pasión en los besos, boca a boca, diente a diente, cuerpo a cuerpo... Los orgasmos fueron profundos, rotundos, intensos, con ecos... Se fue de allí pensando que se abría una nueva etapa en la relación, de casi dos años y medios. Se fue de allí con la esperanza de estar de nuevo en el camino cierto. Se fue de allí con la certeza de que si moría, no se arrepentía de nada en su vida, con la certeza de que era feliz, de que era querida.
Fue la última vez que hicieron el amor. Nunca más le acarició con esa pasión, bueno, es que ya no hubo más caricias. Cuando la miraba a los ojos no entendía por qué la miraba con tristeza. No entendía por qué su teléfono comunicaba a horas en que supuestamente dormía. No entendía por qué ya no quería que la tocara, ni que la cogiera de la mano al pasear. No entendía por qué al acostarse se sentía molesta si la abrazaba, y le apartaban el brazo que tantas veces había sido buscado, o por qué al despertar salía corriendo de la cama con excusas vanas, sin darle siquiera el beso acostumbrado de buenos días...
13 de marzo
Averiguó o simplemente ya no pudo ocultarse a sí misma por más tiempo lo que no querían ver sus ojos ni su corazón entender. Preguntó sin más, y la respuesta fue que sí, que había otra persona desde hacía unos meses en su vida.
Mañana del 30 de julio
Anoche el alcohol inundó sus venas. Durmió unas 3 horas. Al despertar, sólo una idea rondaba por su mente. Y era el recuerdo de esa mañana del 1 de febrero, recuerdo que no había acudido a ella desde unos dos meses atrás. Y en la claridad de neuronas alcoholizadas, se preguntaba si quien amó esa mañana era consciente de que era ella, o toda esa pasión fue porque estaba pensando en que era otra persona la que había yacido con ella esa noche, y con la que disfrutó de los placeres de la carne, con esos rayos de sol, al otro lado de la terraza sobre un mar que ya se ha llevado los restos de ese naufragio... El caso es que ahora, hoy por hoy y desde hacía un par de meses ya no le importaba nada de eso. Se alegraba incluso, descubriendo que aunque fue bonito, tal vez, en el fondo, debió acabarse mucho antes...
Tarde del 30 de julio
Se ha quedado sola en casa. Aproximadamente durante 10 días. Le encanta este tipo de soledad. Además comienzan las fiestas de la ciudad. Trabajará media jornada. Saldrá por las noches con amistades que vienen exclusivamente para la feria. Madrugará para cumplir con sus obligaciones laborales. Descansará por las tardes, se irá a la playa a darse un baño, a quitarse la morriña, y por las noches de nuevo saldrá a la calle, con la sonrisa en los labios y al rato tendrá los ojos vidriosos. No dará explicaciones a nadie, porque cuando no se es nadie, a nadie se le pueden pedir explicaciones. Cuando termine la semana viajará de nuevo, que es lo que le da vida, lo que le permite vivir en esta ciudad, pequeña isla si no fuera por la nimia parte que la une a un continente enorme, mediante una frontera caótica e injusta. Es como estar exiliada, en una ciudad cuyo nombre es Olvido...