mi pequeña isla

tarde de domingo

Al final me fuí a pensar, pasear, y cosas varias a la playa. Allí, y con lo que pasó después, me he dado cuenta de lo que necesito.

Cuando ya me iba, observé a 3 chicas. Más o menos tendrían mi edad. Una de ellas le echó a las otras dos una foto, y enseguida me dí cuenta de que entendían. Al menos las dos de la foto eran pareja o algo parecido. Yo estaba hablando en ese momento por teléfono con dos amigas, comentándole unos asuntillos. Se cortó. Me dirigí hacia donde estaban las chavalas, y con la mejor de mis sonrisas profindent, les pregunté si querían que les hiciera una foto a las 3 juntas con la playa de fondo. Luego les pedí que me hicieran una a mí con mi cámara. Charlamos sobre las cámaras unos minutos, escasos. Me despedí, me dijeron adiós, y nada más. Quizá perdí la ocasión de conocerlas algo más, de tener aquí amistades que entiendan... Bueno, supongo que si se han cruzado por mi camino, o yo por el de ellas, nos volveremos a encontrar, todo es cuestión de tiempo.

Luego, me fuí a ver el atardecer desde el otro extremo de la ciudad. De ahí la foto de arriba. Ha sido un fin de semana atípico de como solía serlo hasta hace un mes. Y sé que ahora serán más parecido a éste, de momento por una temporada. La vida es un continuo ir y devenir. Existió un tiempo en el que no era tan importante para mí el destino ni el camino. No sé si serán los años, ahora le doy demasiado importancia a todo. Al final de cada trayecto recorrido me doy la vuelta y miro hacia atrás, normalmente con tristeza, me cuesta terminar etapas o cerrar círculos. Esta tarde-noche me he girado, y ya me he dado cuenta que camino sola, sólo había un par de huellas... las mías. Es decir, camino terminado, vereda nueva, nuevas aventuras, nuevas directrices, nuevas calzadas, nuevas intenciones, nuevas esperanzas, expectativas, personas y nuevos sentimientos.