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22 de Diciembre 2003

Las cinco del viernes...

Continúa las siguientes frases, y escribe todo lo que quieras:

1) Érase una vez un pequeño caballito de cristal.... El artesano que lo había tallado lo había hecho pensando en su amada. No podía regalarle nada más que su amor, y su trabajo, así, hizo el pequeño caballito con los restos de cristales de colores de otros trabajos, sin que el jefe supiera nada. Una vez terminado, lo envolvió en un trozo de papel de lo más vulgar, y fue en busca de su mujer, para entregarselo en muestra de su amor. Al llegar a casa, se lo dio a su mujer. Ella, con una delicadeza exquisita lo desenvolvió, y admirada de la belleza de la figura, correspondió a su marido con un beso apasionado.

2) La puso sobre la cama y muy lentamente... Había soñado tantas veces tenerla entre sus brazos... y por fin había llegado el momento, Así, desnudas, ella de pie frente a la cama, su amada tendida en ella, se paró a contemplar su cuerpo. Comenzó a besarla en la frente, en los párpados, en las mejillas, en la comisura de los labios, en los labios mismos... Acarició todo su ser. No dejó un poro de piel por recorrer con sus manos, con sus ojos, con su boca, con su alma...

3) No me lo podía creer, aquel helado de chocolate... me estaba llamando a gritos... "Itaca, Itaca, ¿estás enfadada conmigo?", preguntó el chocolate del helado... "Que hace más de dos meses que no pruebas, que no se te van los ojos tras mi piel morena y dulce..." A lo que Itaca le contestó: "no, chocolate amigo, no estoy enfada, es peor aún, estoy a dieta..."

4) La mirada de aquella niña... me recordaba a otra mirada ya casi olvidada. En la histeria de la feria; en la algarabía del tumulto... la niña perdida, asustada, llegó a mí. Por suerte encontramos pronto a su familia. La madre estaba llorando cuando la abrazó. Luego, en casa, me puse a pensar dónde había visto aquella mirada de miedo, de terror... Estaba perdida, sola, en una ciudad que no era la suya, sin nadie a quien acudir... Terminé por cerrar los ojos y dormirme. Mañana amanecerá de nuevo... Al día siguiente, con los ojos aún pegados, puse la cafetera. Fui al servicio a lavarme la cara, me miré en el espejo y... ¡No me lo podía creer! De repente, supe dónde había visto aquella mirada de pánico: la veía todos los días reflejada en el espejo cuando me miraba a los ojos...

5) Si por lo menos alguien quisiera escucharme...tendría la certeza de que no soy muda, sino que ellos son los sordos.

Viajé a itaca a las 22 de Diciembre 2003 a las 01:10 AM
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